A Alfie Johnson siempre le habían dicho que la lengua china emplea la misma palabra para los conceptos crisis y oportunidad. Eso sí, nadie se había tomado la molestia de explicarle cuál de las muchas variedades de ese idioma era la que no diferenciaba una idea de la otra. Además, no tenía demasiado claro qué significaba aquello. Siempre había dejado esas cosas para Big Lou, que tenía alma de filósofo.
También le había llegado que la peor maldición que te pueden echar en chino es "Ojalá vivas tiempos interesantes". Y él nunca le había visto el lado malo a las cosas interesantes, mejores que las aburridas seguro que serían.
Ahora solo, rodeado de chinos armados hasta los dientes, en lo más profundo de un sótano en la última callejuela del Barrio Chino, se reprochaba no haberse parado nunca pensar en ello. Si tuviera una respuesta para esas dos cuestiones al menos tendría una ligera idea de qué hacer. Solamente eran dos ideas sobre China pertenecientes al conocimento común. Ni se le habría pasado por la cabeza preguntar a un chino al respecto. Al fin y al cabo eran de esas cosas que "todo el mundo sabe" y hubiera quedado como un idiota . En esos momentos al bueno de Alfie le hubiera dado lo que fuera por cinco minutos con Chen, su tintorero, pero ya era demasiado tarde. Ahora se encontraba enfrentado a otro hijo de oriente, con fama de ser peligroso como una serpiente con dolor de muelas. Un chino al que no caía bien desde que aconteció "El Incidente de la Burra", como todos lo llamaban. Y le estaba planteando una sencilla elección con una sonrisa en los labios:
- ¡Si tu crisis tú tomar té! ¡Interesante!- Repetía una y otra vez. Parecía querer suplir su escaso dominio de la lengua inglesa con frases cortas, cortantes como un golpe de hacha. Arma que, por cierto, se rumoreaba era la preferida del tipo. De hecho empuñaba una con la mano derecha, como al descuido, con pinta de poder servir para afeitarse. Con la zurda ofrecia a Alfie, su invitado en la conferencia de paz, una taza de fina porcelana llena hasta el borde de un líquido oscuro y humeante de olor acre.
Puede parecer algo insignificante, pero en realidad suponía un verdadero dilema. Una de esas sitiaciones que a Alfie, hombre más de pensar con los puños, le daban dolor de cabeza y lo enfurecían. Si el ofrecimiento era sincero y lo rechazaba podía echar a perder la operación al ofender al sicario. Y debía por todos los medios ganarse para la causa a Perro Amarillo, cabecilla del Clan Fong, si quería decantar las cosas en el Barrio Chino a favor de Big Lou.
Si por el contrario, era una trampa, rechazar la taza de té significaría un hachazo en la cerviz y aceptarla una buena racíon de cianuro o lo que los putos amarillos prefirieran para dar boleta a sus enemigos. Prefería no pensar que fuera un truco, así que lo único que le quedaba era decidir si fallaba a su jefe o no
Al final afrontó la situación como todo en su vida: de cabeza, con los puños por delante y una blasfemia en los labios. Gilipollas pero con dos cojones.
-¡Trae acá puto amarillo del demonio! ¡Que se queda frío, hostia!- Y bebió un largo trago.
El líquido, ardiente, bajó por su gaznate como lava. Por un momento le pareció que nunca volvería a poder saborear nada y que a duras penas volvería a hablar. Apuró la taza de un segundo trago, más comedido. Un momento después una agradable sensación de calor invadió sus tripas. Duró apenas diez segundos. Luego vinieron los alaridos.
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Big Lou era un tipo bajito y fibroso. Vestía de negro, fumaba en una vieja pipa tallada en una mazorca y era peligroso como un mono con síndrome de abstinencia. Pero hoy parecía preocupado.
-Joder, Perro. ¿Le tenías que hacer eso al pobre? ¿No te valía con una paliza para zanjar lo vuestro? Lo de la Burra fue una falta de respeto pero esto me parece excesivo.
Perro Amarillo sonreía mientras lanzaba al aire su hacha de mano. La cogía al vuelo siempre después de que diera tres vueltas, ni una más ni una menos. Un grito de agonía procedente de la puerta que tenía a sus espaldas enmarcó su silencio.
- Ocho horas lleva así. La letrina debe rebosar ya. ¿Tenías que darle todo el bote? Con la mitad ya te hubiera pedido que lo mataras. Se va a dar la vuelta como un calcetín.
Con la misma sonrisa, sin mover un músculo, Perro Amarillo, cabecilla del clan Fong, sentenció:
-¡Crisis! ¡Interesante!
1 comentario:
Excelente cuentecillo. Una estructura efectiva, concisa y atractiva. ¡Enhorabuena!
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