Cuando, con el tremendo tañir de una campana destemplada, el firmamento fue rasgado, supo que aquello era el final. Había llegado la hora, lárgamente anunciada, del llanto y el rechinar de dientes. Se acabaron para él el calor y la protección. A partir de ese momento el bienestar no sería más que un recuerdo. Todo recuerdo agradable de lo vivido desaparecería. Sólo las malas experiencias permanecerían en la memoria, para ser comparadas con las actuales, y ver que cualquier tiempo pasado fue mejor.
El bramido que había venido para atormentarlo parecía no hacer otra cosa que aumentar. Un terrible frío invadió sus huesos, como si de repente hubieran sido despojados de la carne que los cubría. La desazón y el desconsuelo hicieron presa de él, para arrastrarlo por el barro de la desesperación. La luz cegadora de una supernova quemó sus párpados. Sus ojos parecieron saltar en mil pedazos de dolor indescriptible. Un rayo ardiente licuó su cerebr...
-¡Vamos hijo! ¡Que llegas tarde! Hay que ver...No, si ya lo decía tu abuelo, "¡MOZO DOMINGUERO NO QUIERE LUNES!"
(Dedicado al Lunes 15 de octubre de 2012, día en el que me desperté pensando que era domingo.)
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