(Basado en hechos reales)
Hoy, como todos los días, al salir del trabajo he cogido el autobús. Como cada jornada, aturdido por todo un día de lidiar con la estupidez propia y ajena, me he sentado en el mismo asiento con la idea de dormitar todo el trayecto. Esa es mi costumbre. Me sirve para recuperar parte de la cordura perdida durante el día de trabajo. Hoy no he podido.
¿Han oído alguna vez a alguien decir que nota cuándo lo están observando? Personalmente siempre me había parecido una gilipollez como un piano. Hasta hoy. Empieza siendo un hormigueo, incómoda pero no del todo desagradable, que te recorre la espina dorsal. Por lo visto se pasa si el observador se da a conocer o es descubierto en seguida Yo no he conseguido desenmascar a mi vigilante, así que he pasado a la fase dos: una desazón muy desagradable, como si un caracol recorriera mi nuca muy lentamente. Ahí ha sido cuando me ha empezado a mosquear y a mirar mal a todo el mundo dentro del autobús. Hasta le he bufado a una señora que refunfuñaba por lo brusco que era el conductor al dar las curvas.
Mi paranoia me ha llevado a un momento de paroxismo tal que, recordando la maniobra antiseguimiento "Loco Iván" que se describe en "La caza del Octubre Rojo", me puse en pie y cada pocos minutos me giraba repentinente es espetando un sonoro "¡Ja! A quien estuviera a mi espalda.
En ese momento han pasado dos cosas. Primero el conductor, harto de gruñidos y sobresaltos, me ha echado drl autobús. En segundo lugar, he descubierto a mi observador que, desde su escondrijo (una mochila en brazos de un tipo con pinta de hippie) me ha despedido con un sonoro "cuack".
Parecía sonreir el hijo de pata.
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1 comentario:
¡Jajaja, me pato de risa!
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