ME DESPIDO DE TI Y ME VOY
Utilizo este titular para remarcar mi desprecio ante la empresa que hasta hace unos días pagaba por mis sudores. Todos aquellos que me conocen saben que cuando oigo a esa caja de gemidos falta de amigos (porque un amigo te da una colleja y te recomienda buscar otra profesión mas provechosa) llamada Julieta Venegas, cantando esa tonadilla así titulada, se me llevan los demonios y se me olvida que con respecto a la violencia soy casi cuáquero. Pues así titulo este articulo porque nunca jamás había participado en un engaño de un calibre tal como el servicio de “atención al cliente” de movistar y no deseaba que el título fuera algo que no evocara a algo francamente deleznable y engañoso.
Y es que el engaño ya empieza en el nombre de mi ocupación: servicio de atención al cliente. Nada más lejano de la realidad, pues la impresión que da es que la “plataforma” no era más que la barbacana de una fortaleza destinada repeler las hordas de clientes descontentos. Si bien es cierto que un porcentaje alto de los clientes eran, o bien unos jetas que desean aparatitos y prebendas no merecidas (algo muy español por otra parte), o bien perezosos despistados que llaman porque se aburren, con que solo hubiera uno al día en cuyo caso supiera que se estaba cometiendo un injusticia ya me iba a casa amargado. Porque, claro está, no se podía acudir a ninguna otra instancia, las instrucciones remitían cada dos por tres bien al distribuidor o bien a la infalibilidad de los métodos de facturación y medición de las llamadas. Las falta de información dada a los clientes cuando contratan tampoco ayuda. Con decir que todo esta en Internet ya vale, pero cuando eso se lo dices a un señor de mas de 70 el pobre se queda de pasta de boniato. No nos engañemos, en este país, al menos hasta hace poco, los padres tenían hijos para que les programaran el vídeo. De hecho, cada vez que veo uno de esos reportajes de ancianitos delante de un ordenador me parece que son siempre los mismos a los que, con el cambio de milenio, dieron un bocata por estar con cara de interés delante de una pantalla el tiempo justo para grabar reportajes sociales suficientes para una década(fijaos a ver si me equivoco). Y, aun en estos casos, me decían que no diera toda la información. Que lo miraran ellos. Porque si no lo hacía así subía el tiempo medio de atención y no llegábamos a cumplir para llegar a incentivos (ojo, nunca me lo dijeron así, pero es la lectura que a mí me llegaba ante la insistencia con lo de los tiempos) ¡Y yo que pensaba que hacia bien mi trabajo si el cliente se iba tranquilo con toda la información posible!
Para terminar, sin embargo, he de decir que la razón principal de que abandonara el trabajo ha sido egoísta. Ni siquiera el Opencor, un trabajo en el que echaba más horas que un tonto, mal pagado y físicamente agotado, había conseguido agriarme el carácter. No pagaban suficiente para que a mi me saliera una úlcera y mi familia, amigos y demás tengan que sufrir a un alienado currante a borde del ataque de ira constantemente.
Ufff, que a gusto me he quedado
Utilizo este titular para remarcar mi desprecio ante la empresa que hasta hace unos días pagaba por mis sudores. Todos aquellos que me conocen saben que cuando oigo a esa caja de gemidos falta de amigos (porque un amigo te da una colleja y te recomienda buscar otra profesión mas provechosa) llamada Julieta Venegas, cantando esa tonadilla así titulada, se me llevan los demonios y se me olvida que con respecto a la violencia soy casi cuáquero. Pues así titulo este articulo porque nunca jamás había participado en un engaño de un calibre tal como el servicio de “atención al cliente” de movistar y no deseaba que el título fuera algo que no evocara a algo francamente deleznable y engañoso.
Y es que el engaño ya empieza en el nombre de mi ocupación: servicio de atención al cliente. Nada más lejano de la realidad, pues la impresión que da es que la “plataforma” no era más que la barbacana de una fortaleza destinada repeler las hordas de clientes descontentos. Si bien es cierto que un porcentaje alto de los clientes eran, o bien unos jetas que desean aparatitos y prebendas no merecidas (algo muy español por otra parte), o bien perezosos despistados que llaman porque se aburren, con que solo hubiera uno al día en cuyo caso supiera que se estaba cometiendo un injusticia ya me iba a casa amargado. Porque, claro está, no se podía acudir a ninguna otra instancia, las instrucciones remitían cada dos por tres bien al distribuidor o bien a la infalibilidad de los métodos de facturación y medición de las llamadas. Las falta de información dada a los clientes cuando contratan tampoco ayuda. Con decir que todo esta en Internet ya vale, pero cuando eso se lo dices a un señor de mas de 70 el pobre se queda de pasta de boniato. No nos engañemos, en este país, al menos hasta hace poco, los padres tenían hijos para que les programaran el vídeo. De hecho, cada vez que veo uno de esos reportajes de ancianitos delante de un ordenador me parece que son siempre los mismos a los que, con el cambio de milenio, dieron un bocata por estar con cara de interés delante de una pantalla el tiempo justo para grabar reportajes sociales suficientes para una década(fijaos a ver si me equivoco). Y, aun en estos casos, me decían que no diera toda la información. Que lo miraran ellos. Porque si no lo hacía así subía el tiempo medio de atención y no llegábamos a cumplir para llegar a incentivos (ojo, nunca me lo dijeron así, pero es la lectura que a mí me llegaba ante la insistencia con lo de los tiempos) ¡Y yo que pensaba que hacia bien mi trabajo si el cliente se iba tranquilo con toda la información posible!
Para terminar, sin embargo, he de decir que la razón principal de que abandonara el trabajo ha sido egoísta. Ni siquiera el Opencor, un trabajo en el que echaba más horas que un tonto, mal pagado y físicamente agotado, había conseguido agriarme el carácter. No pagaban suficiente para que a mi me saliera una úlcera y mi familia, amigos y demás tengan que sufrir a un alienado currante a borde del ataque de ira constantemente.
Ufff, que a gusto me he quedado