CUENTO 1
Esperando al autobús en un dia de lluvia, calado hasta los huesos, trataba de encender un cigarrillo. Llevaba un ajado sombrero que no hubiera desentonado en el guardarropa de Sam Spade y una gabardina que, de tan empapada, no se podía hacer otra cosa que adivinar el color, quizá entre el gris y el verde. Tenia la pose de un Bogart cansado de husmear braguetas ajenas, y el plomizo día, con sus atascos y su gente cabizbaja y refunfuñante, hacía juego con él. Así me lo encontré.
Me había perdido. Odio coger el autobús en Madrid, sobre todo cuando llueve, me pone nervioso no saber exactamente donde estoy,me paso el trayecto limpiando el vaho de la ventana, con escaso éxito, y al final me adelanto y me apeo antes de tiempo. Según puse pie en tierra me di cuenta de mi error, pero un absurdo sentido del ridículo hizo que no me volviera a subir en el autobús. Empapandome y con cara de tonto me acerqué a preguntar a la parada del autobús por la dirección a la que me dirigía y allí me topé con el viejo Humphrey. Tardó en responder, se quitó el sombrero y lo sacudió, dejando al descubierto una espesa cabellera oscura salpicada por algunas elegantes hebras plateadas. Sin mirarme a la cara respondió:
"Yo tambien me he perdido. Creo que ambos estamos muy lejos de donde debieramos estar". Su voz me estremeció. Profunda, triste, suave. Sonrió.
"Tu cita puede esperar, y yo no tengo nada que hacer y mucho que contar. Sígueme."
Y lo hice. Así de sencillo. Con el tiempo me he preguntado un millón de veces por qué lo hice, por qué esas últimas palabras supusieron el hechizo que me ató a esta historia. Si alguien encuentra la respuesta se lo agradecería eternamente.
Parecía que la lluvia nunca fuera a acabar. El caminaba delante de mí. Sin pensar yo lo seguía. Sin pensar pero con la sensación de que si no iba con él me perdería algo, algo importante, algo sin lo cual mi vida sería una sucesión de dias lluviosos, llenos de gente cabizbaja y autobuses que no llevan a ninguna parte.